27 de septiembre de 2010

Pecas Pegajosas

Las raíces del ceibo rompieron las paredes de mi cuarto. Se convirtieron en estantes. Mis libros preferidos ahora son papel reciclado. Mis cuentos se entienden más en ese papel.

Mi despertador suena a la amplificación sonora de las alas de un colibrí a más de 60 kilómetros por hora. Como si todo el cuerpo comenzara a carburar átomos. El viento me saca las hojas que me tapan y puedo sentir algunas gotas de polen en mi piel, como pecas pegajosas.

Abro los ojos, para cerrarlos nuevamente, pero ahora despierta y consciente. Intento escuchar todo lo que me rodea. Pero es demasiado para un solo instante, lo dejo para después.

Los colores son como los de un otoño constante, recuerdo que el cobre era nuestro color preferido. Las paredes de algunos edificios se tiñeron de amarillos maduros que con sus grietas parecen hojas enormes. Las antenas están invadidas por loros y tucanes. Tu sangre, mi amor, está en todos los jardines. Jardines en las alturas llenos de hongos rojos y amarillos. Es como saborearte todo el tiempo. Y mantenerte en mi locura. Que no es mía, sino tuya, pero me eriza la piel.

[Que suerte que ya no existe la melancolía]

Me acuerdo de las lágrimas por el viento, la copa de las montañas, el ruido del lago. Ahora está todo dibujado en mi ventana y si me acerco puedo sentir el olor.

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