10 de enero de 2011

Alemanía




Llegué a Alemanía un mediodía de mucho calor. En el camino de llegada se podía ver como una nube intensa mantenía al pueblo húmedo en medio de las montañas. 

Los primeros minutos de estadía se llenaron de una extraña emoción/angustia. 
Parte de esa emoción era poder ver con mis propios ojos la imagen de un pueblo abandonado, capaz; parte de mi creía que iba a llegar a una especie de centro turístico para hippies, pero la angustia surgió cuando llegué a la conclusión que podía realmente no llegar a encontrar a nadie en mi recorrido. 

Di un par de vueltas por las no-calles del lugar, almorcé un resto de pebete y saqué las fotos necesarias para demostrar luego la tranquila estadía en un pueblo lejano.

Pero algunas gotas de aquella intensa nube comenzaron a caer y al no tener donde refugiarme decidí volver a la parada de ómnibus en la ruta para hacer las 4 horas de tiempo que me restaban. 

Camino a la ruta, veo avanzar por la única calle a un hombre muy mayor acompañado por unos cuantos perros. 
Al verme, alza su mano y me llama al nombre de: " Guadalupe!" "Guada!"

Por un instante mi mente me hizo pensar que estaba en cualquier calle de bs. as. y que podía perfectamente hacerme la indiferente. Pero no daba, obvio. 


Así que lo esperé en esa esquina para aclararle que no era esa tal Guadalupe. 

Señor: Ah pero vos no sos Guadalupe!. 
- No, perdón. 
Señor: Es que la estoy esperando, me dijo que venía hoy o mañana. A dónde vas?
- A la parada de la ruta, a esperar. 
Señor: Pero chica, faltan tres o cuatro horas hasta que pase el próximo micro. Vamos a tomar unos mates. 
- Bueno. 


Enseguida comenzó el recorrido por esa única cuadrita de casas, una al lado de la otra. Todas tenían sus ventanas y puertas cerradas con maderas. Y no se escuchaba ruido alguno. 
Resulta que la casa de este Señor era la última de la calle, y al abrirme la puerta se veía la oscuridad misma. 


Una de las imágenes que pude destacar al entrar en aquella habitación oscura, fue una cama llena de ropa, y entre ellas, una prenda de ropa interior femenina. Si tengo que ser sincera hoy en día dudo de la veracidad de esa imagen, pudo ser un truco de la mente, lo que si afirmo con todo mi ser, es que en ese mismo instante toda la situación cambió de rumbo en mi cabeza. 


Oscuridad. Siento una mano en mi hombro y una voz suave en mi oído. 


Señor: Caminá derecho, yo te guío. Ahora hay un escalón, ahora a la derecha. Otro escalón. 


Llego a una especie de living, de forma rectangular. 
Lo primero que veo colgando del techo es una hilera de ganchos. Ya el terror que sentía se transformó en la visualizacion misma de un Worst Case Scenario

La pared del otro lado donde estoy, comienza de cemento hasta un metro y luego de chapa hasta el mismo techo, esta rendija que generaba y una ventana cuadrada de chapa de 15cm x 15cm, eran las únicas entradas de luz de la casa. 

El piso estaba cubierto de botellas, ropa, diarios y desechos. Había una mesa en el fondo del living, a la cual me invita a acercarme y sentarme. 


Mientras me acercaba el hemisferio izquierdo de mi cerebro se regocijaba haciéndome creer que dentro de poco iba a ser una desaparecida más. Que nadie me había visto entrar, ni sabía dónde estaba. 


Después de ofrecerme diferente opciones para tomar, accedí a un mate con galletitas. Y enseguida después de servirlo, se sentó junto a mí, más cerca de lo que yo esperaba, y me clavó su mirada. Como esperándome. 


Yo seguía en una especie de confusión y torbellino de ansiedad, así que la idea de hablar me parecía imposible. Y me quedé callada un rato, largo. 


Hasta que confesó su nombre: Chateto. 
Chateto: Yo soy un boxeador retirado. 
(Puta madre)




A partir de ahí, y por suerte, comenzó un monologo de su historia. Cada tanto en medio de alguna anécdota sobre su pasado lo incentivaba a buscar pruebas, se metía en el alguno de los cuartos oscuros de la casa y yo escuchaba asustada los ruidos y movimientos, esperando que viniera por mis espaldas a golpearme y matarme. 
Muy extremo. 


Pero iba pasando el rato y Chateto mostraba sus debilidades. Me contó sobre su amor errado y las lágrimas que cayeron de sus ojos, me mostraron a una de las personas más puras que voy a llegar a conocer.


Me mostró cartas de amor, fotos de lugares destruidos donde solían vivir los indios. Mensajes y regalos de los turistas que tuvieron la suerte de alojarse en su casa. Y las aventuras mas extremas que jamás vaya a escuchar. 


Faltaba más de una hora para que viniera el micro, pero todo el stress mental de esa tarde me tenía muy impaciente. Y aunque había comprobado que ese hombre era incapaz de lastimarme, todavía tenía como objetivo salir viva de esa casa y necesitaba verlo para saber que todo peligro había terminado. 


Así que con la excusa de que el sol ya casi se estaba yendo y que pronto no habría luz natural ni artificial (porque Alemania no tiene electricidad), le pedí que me hiciera un recorrido por la zona. 


Caminamos por la vieja estación de tren y sus vías, me mostró algunos escondites y de a poco fuimos caminando hacia la parada. 


Ya casi no había luz, y yo me guiaba por su voz. 


Me narraba todos los ruidos que estaban sucediendo a nuestro alrededor, para que no tenga miedo. 


Chateto: Esas son las rocas cayendo de la montaña, las tiran las cabras que se esconden de los "leones" de la zona.


Estábamos a unos pasos de la ruta y del otro lado se elevaba la montaña. 


A cada minuto estaba más ansiosa, necesitaba ver llegar el micro para sentir que todo había terminado bien, más cuando me acordé que en el mismo micro venía mi mochila desde Cafayate, la cual no me habían dejado subir a la ida.


- Ahí viene Chateto! Se ven las luces, pero como sé si es ese!?

Chateto: No te preocupes, lo hacemos parar igual. 


Se acerca. 


Cada vez más. 


Y cuando esta ahí, que ya casi llega, por los faroles potentes, lo veo a Chateto parado en el medio de la ruta agitando sus brazos. 


- Chateto! Cuidado! Viene muy rápido!

- Chateto!
Y así como de rápido venía, así de rápido lo esquivó a Chateto. 

Y mi mente, estalló. 


Mis piernas se aflojaron, y caí al piso, asustada.


Chateto: Ey, muchacha, qué pasa?
- Mi mochila, estaba en ese micro. Toda mi ropa. 
Chateto: Bueno pero no te preocupes, esta noche te quedas en mi casa y mañana cuando llegas a la terminal, la recuperás. 


La idea de pasar la noche en la casa de Chateto, era muy confusa. No sabía si podía aguantar el stress de toda la noche, ante algo tan bizarro. 


Le pedí que me diera unos minutos para pensar. 


Chateto: Ahí se acercan más micros!


Mis ojos se abrieron de par en par para ver el horizonte de la ruta. Y sí, se veía una fila de 3 pares de faroles a lo lejos. 


- Alguno tiene que ser, no?


Una vez más Chateto estaba parado en el medio de la ruta. Y yo gritando por favor que se alejara.


El primer micro, pasó tan rápido que ni pude ver el nombre de la empresa.
El segundo amagó pero, se fue rápido.

Y el tercero en lo que para mí fue un gesto de amor, aminoró la marcha e hizo luces. 

Estaba frente a la puerta del gran micro, cuando se abrieron lentamente. Y el chofer, en otro actor de amor me dijo: "Tengo tu mochila, es naranja no?".


Lo abracé a Chateto tan fuerte como pude y le dije que iba a volver, para que no se sintiera solo. Y subí exaltada para darle otro abrazo al chofer. 


Y lloré las dos horas de viaje a Salta Capital. Sin entender absolutamente nada de todo lo que había pasado. Pero sabiendo que todo estaba bien. 

Pd: Esta historia es claramente verídica y ahora que puedo demostrarlo, la cuento con más orgullo todavía. 
Acá dejo un documental dónde podrán ver a este gran hombre. 
Reclamar por más detalles. 

Pueblo Chico: Parte 1

1 comentario:

  1. Muy buena la historia, me hace pensar en cuanto nos han quemado la cabeza con porqueria. Es dificil encontrarse en lugares lejanos y con gente desconocida sin flashear peli de terror. Cuanto miedo nos han alimentado. Lo bueno es experimentar que la realidad tiene muchos mas ribetes que hollywood.

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