Adolfo José derramó sus últimas lágrimas cuando llegó a una playa perdida de Grecia, y vio un faro de dimensiones pequeñas, una imitación de una de las 7 maravillas del mundo. El Faro de Alejandría.
Se sentó en las piedras junto a su bolso y se dispuso a esperar.
Hay tardes donde la ve a lo lejos acercándose, caminando por la orilla, con los pies llenos de arena y sonriente, los pelos blancos al viento.
Esos espejismos lo hacen levantarse todas las mañanas, en el paraíso.
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