7 de septiembre de 2011

Terrorismo en la Copa del Mundo

Tuve que reconocer en el momento que aun odiando los boliches, tenias buen gusto para elegirlos.  
Lástima que esta vez tu buen gusto me costó caro.

Te veía hablando con tus amigos, riéndote a carcajadas de los chistes más simples. Y yo pensaba cómo lograbas que tu risa se escuchara a distancias considerables dentro de un voluminoso boliche. La barra era amplia, luminosa, y lo mejor; no había gente. Estaba muy decidida a esperarte, y eventualmente después de un par de tragos decirte algunas cosas pendientes.

Siempre me diste la ansiedad de querer saber cuáles eran tus próximos movimientos, pero el destino dejó lugar a uno solo.
- Viste la chica que está al final de la barra? me preguntaste escondiéndote en mi sombra.
- Sí, la veo.
- Es mi novia, se me pudrió el rancho.
- Ya sabía quien era, pero no pensé que eras tan gil, como para que este todo mal.
No me respondiste.
- Me voy, no me voy a fumar esta boludes. Me dijiste de charlar, me trajiste a un boliche donde está tu mujer. Nos vemos.

Caminé tan decidida que creo que te asusté.
Y sentí tu brazo ya casi llegando a la puerta.
- Pará! Tenés razón.

Me llevaste a otro salón y de ahí; detrás de unas cortinas, donde tuviste la suerte de que un cubano muy enojado te diera alta trompada en la boca; partiéndote apenas el labio y como en los sueños algunas cosas son muy clichés, te di el beso que cura esa herida.

Y en ese momento vos dejaste tu personaje, y yo el mio. Nos quedamos sentados en ese rincón detrás de las cortinas. Charlamos, creo.

Pasaron horas. De las cuales recuerdo los últimos segundos. Me tomaste la mano para levantarme del piso y me sacaste de ese rincón lleno de magia, y enseguida te diste cuenta de tu error.

Todavía con medio cuerpo cubierto veo tu cara de terror. Y una vez que mis ojos se acostumbraron a la luz, pude entender.
Solté tu mano, no se porqué.
Parecían militares, tenían esos trajes con estampado militar, mi razonamiento no llegó tan lejos como hubiera querido. Vi personas atadas entre ellas, grupos de 5 o 6, mientras los apuntaban con armas de alto calibre. Los movían de un lado a otro. 

Cuando te vi avanzar medio confiado, te despedí dentro mio. Yo no pude y salí corriendo detrás de la cortina, vi un pasillo, entre a un cuarto pero ya no había lugar para esconderse.

Entró uno de estos hombres, su mascara anti-gas no parecía confiable. Me puso el arma en la frente para que saliera. En el camino de regreso al salón donde estaban todos le pido perdón, le digo - Por favor, tuve medio, no me lastimes.

Creí, ingenuamente que lo había convencido y me indicó meterme dentro de un gran placard, donde caigo; me doy cuenta que era nuestro rincón pero sin las cortinas. Pensé por qué nos habremos ido en primer lugar. 

Te busco con la mirada entre la gente atada, pero nada. Perdón nuevamente por soltar tu mano. 

Los uniformados comienzan a desatar a la gente y empujarlos hacia el gran placard donde estaba ubicada yo. Experimente un miedo profundo.
Llorando y gritando se iba metiendo, cayéndose, asustados. Y yo desde el rincón atiné a acostarme lo más pegadita al piso, porque a ese punto ya sabía lo que nos iba a pasar. 

Sentía que me aplastaban las piernas, y que lamentablemente era lo mejor para mi: estar cubierta.
Mi ojos aun despejados vieron a la fila de hombres acercarse apuntandonos. Y mi instinto por cubrirme no tenía futuro alguno.

Siento la primer bala en la pierna, la segunda en el hombro derecho y dos más en sectores que ya no tenían sensibilidad. Todavía mi cabeza estaba viva y veía como ya muchos otros no lo estaban.

Sonreí.

No van a lograr que me vaya con miedo y odio.

Sonreí más fuerte.

Y sentí el último golpe en el cuello.



Terrorismo en la Copa del Mundo - El mató a un policía motorizado.

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